Creo que nunca había estado tan indecisa en mi vida ni cuando iba a escoger carrera y universidad. ¡Ufff!, esto de pensar en dónde van a estudiar tus hijos no es tan fácil, es que no es sólo eso, es todo: quién los va a cuidar durante todas las mañanas los siguientes trece años, con quiénes van a estudiar, quiénes se volverán sus amigos, y qué decir de los profesores, ¿serán -además de buenos profesores- buenas personas?
Las dudas nos persiguen porque esta es una decisión que tomamos los papás pero que afecta directamente el desarrollo y crecimiento de nuestros hijos.
Cuando pienso en el colegio grande, todavía veo a mi hija como una niña chiquita. Mi niña tiene 4 años y para algunas cosas, siento que aún es pequeña, por ejemplo: para levantarse a las 5 de la mañana y volver a casa después de las 4 de la tarde tras tener una jornada exhaustiva de aprendizaje y juego.
¡Uy, y las tareas! Esa condicionante de hacer deberes escolares también me preocupa. ¿Cómo, si llegan a las 4 de la tarde de haber estudiado todo el tiempo, voy a sentar a mi enana a hacer tareas, así sea una tarea cortica de media hora?, ¿a qué hora pretenden que juegue con su hermano (o que pelee con él, porque es parte de la convivencia) ?, ¿en qué momento la disfruto yo?, y además, todavía se tiene que bañar, arreglar su ropa para el día siguiente y hacer toda la rutina previa a dormir, ¡en qué momento lo vamos a hacer!
Si antes Arisa se dormía a las 7, para levantarse 12 horas después, ahora tendrá que dormirse a las 6 (si el sueño no la vence antes).
Aquí tengo una de las tantas reflexiones que he hecho durante este proceso: la decisión que tomemos como papás (referente a todo, no sólo al colegio) puede no ser la correcta, pero siempre la habremos tomado con la mejor consciencia y el mayor cuidado pensando en el bienestar y en el porvenir de nuestro hijo.
Los papás también cometemos errores, pero el primero es dudar todo el tiempo respecto a si metimos al niño al mejor jardín, si la hora de dormir será la adecuada, si estamos poniendo límites muy severos o si somos muy permisivos, si el colegio que elegimos será la mejor opción, etc. Los niños necesitan tener papás seguros de sí mismos, humildes para reconocer que están aprendiendo al momento de ejercer la paternidad y con el valor necesario para rectificar el rumbo si es que se han equivocado. La mejor opción siempre es la que se toma en dos sentidos: con la razón y con el corazón.
A dónde quiero llegar con aquello de la decisión tomada con la razón. Aquí es donde tenemos que hacernos las siguientes preguntas: ¿qué tipo de educación queremos brindarle a nuestro hijo? (laica, mixta, bilingüe, libre pensadora, militar…), ¿qué valores quiero que tenga la escuela de acuerdo con los valores que tenemos en la familia?, si nos gustan los proyectos que manejan en el colegio, las pensiones mensuales se ajustan al presupuesto familiar, entre muchas otras preguntas de carácter “duro”.
Por otro lado, está la parte del corazón donde el punto principal es conocer a nuestro niño: ¿cómo es?, ¿qué le gusta?, ¿en qué es bueno?, ¿qué le queremos reforzar? y, sobre todo, nuestro instinto de papá y mamá. Si hay algo que he aprendido durante nuestro paso por el jardín (acompañando a mi hija en esta etapa preescolar) es que no todos los colegios son para todos los niños y no todos los niños son para todos los colegios.
Si nuestro hijo tiene una inclinación por el arte, probablemente busquemos una institución donde las actividades con pinceles, colores y témperas sean parte del día a día, además de las asignaturas básicas de conocimiento. O si ama por sobre todas las cosas jugar fútbol, seguro querremos matricularlo donde hagan énfasis en la práctica deportiva durante las actividades extracurriculares. Si nuestro chiquito requiere atención constante, buscaremos entonces una alternativa de grupos pequeños y trato personalizado; sin embargo, siempre seguiremos nuestras corazonadas.
Las corazonadas (instinto) habremos de seguirlas una vez que hemos depurado todas las preguntas que nos hace la razón haciendo una lista de “palomitas” o “taches” de acuerdo con los requisitos que cumplen o no los colegios que hemos visitado (generalmente vemos muchas opciones). Ya teniendo en la lista pequeña dos o tres opciones, el corazón nos guiará a tomar la mejor decisión: en qué colegio nos sentimos más a gusto como familia y en cuál creemos que se desempeñará mejor nuestro hijo.
Ahora bien, si llegan a las 4:00pm y tienen que hacer tarea, nuestra labor es motivarlos a hacer los deberes en el tiempo justo (no rápido o con reloj en mano, sino con la paciencia necesaria), para jugar o descansar después; y ése es el momento que debemos gozar. El horario es largo y nos preocupa, pero los niños van tan emocionados que se adaptan fácilmente a las nuevas rutinas sorprendiéndonos otra vez. Esperemos que puedan dormir un poco en el bus escolar, para descansar algo y llegar más alerta a gozar la tarde en familia.
Sin duda el colegio es uno de los tantos retos que afrontaremos con nuestros hijos. Al principio, el colegio es grande para nuestros chiquitos, pero después el colegio les queda chiquito y la decisión de la siguiente etapa escolar ya les toca tomarla a ellos. ¡Ufff!
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Por: Luz del Carmen Flores Alcázar
Centro Infantil Blanco y Negro Bogotá
Especial para Revista Edu.co