Finalizamos un 2022 pleno de retos y expectativas. Un año aleccionador y contradictorio, pues como humanidad nos cuidamos del Covid 19
para emprender nuevas guerras y continuar viejos conflictos, ya sanos y en pleno desarrollo de nuestra libertad. Un 2022 en el que hemos podido asistir como Sabanistas a eventos históricos que retan ejercicios tradicionales de la enseñanza disciplinar y en consecuencia provocan la necesidad de repensar las aulas con el fin de posibilitar nuevas concepciones de futuro y realidad.
Si bien en años anteriores al 2020 la tendencia que cualificaba “calidad educativa” llamaba a la formación de los maestros, desempeños altos en pruebas de estado, la formación innovadora evidenciada en desarrollos con respecto a infraestructura (edificaciones y mobiliario, áreas que emulan algunas universidades…) y tecnología (Equipos de cómputo, impresoras 3D, programación…) hoy entendemos que ello, si bien es muy importante, hace parte de un concepto mayor para los años venideros: La escuela no puede dar la espalda al momento, so pena de formar jóvenes para un mundo que ya no existirá. Cerrar los ojos a la incertidumbre, a la complejidad comprendida como una sinergia entre el todo y sus partes, a la necesidad de aprender verdaderamente, a construir conocimiento en red y cooperativo, a la formación de un carácter interdependiente que si bien reconoce la independencia e individualidad de cada uno de nosotros impone por su naturaleza SER PARA OTRO, a la urgencia para definir y apropiar una escala de valores trascendiendo una formalidad de tinta y papel, de crear asignaturas “para que los niños aprendan qué es lo bueno”.
El maestro en ese horizonte ha de ser quien, además de impartir conocimientos y propiciar el desarrollo de habilidades, recupere la visión holística de ser formador de vida y que su postura no sea simplemente la cátedra. En ello nuestro Liceo pondrá todo su empeño, pues sabedores somos que servimos lo más preciado de la sociedad: Sus hijos, nuestros estudiantes.
Liceo La Sabana