La seguridad de los estudiantes en las instituciones educativas es una prioridad indiscutible. Sin embargo, muchas veces se cae en el conformismo, respaldado por declaraciones como “Nunca hemos tenido un caso”, que pueden ocultar la gravedad del problema y dificultar la adopción de medidas preventivas adecuadas.
Es esencial reconocer que ningún establecimiento educacional está exento de riesgos relacionados con el abuso. Las estadísticas muestran que aproximadamente el 10% de los estudiantes han sido víctimas de abuso dentro de organizaciones. Además, la mayoría de los incidentes no se denuncian, lo que resalta la necesidad de tomar acciones inmediatas para actuar a tiempo.
La prevención en instituciones educativas requiere un enfoque integral que involucre a toda la comunidad escolar. Si bien el área de Recursos Humanos juega un papel fundamental en la selección y evaluación del personal, todos deben estar comprometidos a dar su mayor esfuerzo, para que no suceda o pase a mayores.
Algunas conclusiones de las investigaciones que se han realizado, revelan la importancia de revisar más allá de los antecedentes penales en el proceso de selección, ya que este método identifica menos del 5% de los responsables de abuso. Además, se ha observado que los agresores suelen ser personas que aparentan ser excelentes profesionales y gozan de la confianza de la comunidad educativa, lo que dificulta la detección temprana de comportamientos problemáticos.
Es de suma importancia que las instituciones educativas establezcan políticas claras de tolerancia cero y proporcionen capacitación continua a todo el personal. El equipo de Recursos Humanos debe liderar la implementación y estandarización de estas políticas, adaptándolas a la cultura y la misión de cada institución.
En el proceso de selección de personal, se debe prestar especial atención a las señales de advertencia en las solicitudes de empleo, como brechas inexplicables en el historial laboral o reticencia a proporcionar referencias.
Además, es crucial realizar entrevistas basadas en el comportamiento para evaluar la idoneidad de los candidatos y prevenir la contratación de posibles agresores.
Crear una cultura de seguridad en la comunidad escolar implica fomentar la comunicación abierta y la denuncia de cualquier comportamiento sospechoso. La colaboración entre padres, estudiantes y personal educativo es fundamental para mantener un entorno seguro y proteger a los más vulnerables.