¿Por qué no todo conflicto es bullying?
El término “bullying” ha ganado relevancia en los últimos años, siendo común escuchar historias de víctimas o noticias sobre casos con graves consecuencias. Sin embargo, no toda agresión o conflicto entre iguales puede definirse como bullying.
El bullying es una conducta consciente, reincidente, hostil y agresiva hacia otra persona que busca dañar o ganar poder, real o percibido. Esta forma de agresión se caracteriza por:
- Intencionalidad: el agresor actúa deliberadamente para intimidar o someter.
- Repetitividad: no se trata de un acto aislado, sino de una conducta sistemática.
- Desequilibrio de poder: la víctima está en una posición vulnerable y no tiene recursos para defenderse.
El bullying puede manifestarse en varias formas:
- Físico: golpes, empujones, daños a pertenencias.
- Verbal: insultos, apodos despectivos, burlas.
- Psicológico: aislamiento social, manipulación.
- Ciberbullying: acoso a través de redes sociales o plataformas digitales.
Conflicto vs. Bullying: ¿Cuál es la diferencia?
Un conflicto ocurre cuando dos o más personas sostienen posiciones opuestas, lo que puede generar desacuerdos o tensiones. Estas situaciones, naturales en la convivencia, son oportunidades para fortalecer relaciones si se gestionan bien.
Por otro lado, el bullying es un problema interpersonal grave, que va más allá de un desacuerdo o una agresión esporádica. Los colegios, como microsociedades, deben enseñar a los estudiantes a distinguir entre conflictos y bullying, y a resolverlos de manera creativa y respetuosa.
¿Qué NO es bullying?
Es importante no etiquetar cualquier acto agresivo como bullying. Algunos ejemplos de situaciones que no constituyen bullying incluyen:
- Discutir con alguien y expresar desacuerdos.
- Excluir a alguien de un juego de forma ocasional.
- Chocar accidentalmente o empujar a alguien una vez.
- Hacer un comentario desagradable o una broma.
Aunque estos actos pueden ser desagradables, no cumplen con los criterios de intencionalidad y repetitividad del bullying. Etiquetarlos como bullying puede confundir a los niños y agravar la percepción de las situaciones.
Denominar cualquier conflicto como bullying puede:
- Desvalorizar la gravedad del bullying real, restando importancia a quienes verdaderamente lo sufren.
- Dificultar el aprendizaje de resolución de conflictos, impidiendo a los niños desarrollar habilidades sociales como la empatía, la negociación y el respeto mutuo.
Al comprender qué es y qué no es bullying, las familias y los colegios pueden brindar herramientas adecuadas para promover relaciones respetuosas y resolver conflictos de manera creativa y beneficiosa para ambas partes.
Educar para la convivencia
Los centros educativos tienen el deber de colaborar con las familias en la formación integral de los niños, apoyando su desarrollo personal y social. Parte de esta labor incluye enseñar a gestionar conflictos interpersonales y evitar que escalen hacia patrones agresivos o de acoso.
En lugar de etiquetar cualquier situación difícil como bullying, es esencial enseñar a los niños a validar sus emociones, expresar sus frustraciones de manera respetuosa y buscar soluciones constructivas.
Entender esta diferencia es crucial para abordar de manera efectiva los problemas que surgen en la convivencia diaria, tanto en el ámbito escolar como fuera de él. Al educar en el respeto mutuo y la resolución de conflictos, ayudamos a construir ambientes más sanos y propicios para el crecimiento personal.
Es responsabilidad de todos, padres, educadores y estudiantes, trabajar juntos para prevenir el bullying y fomentar una convivencia basada en el entendimiento y el respeto.