¿Se trata hoy la educación de acumular información en nuestras cabezas y recitarla justo cuando nos la pregunte alguien, como si de una búsqueda en Google se tratara? Respetando lo que muchos puedan creer al respecto, hay personas en el mundo de la educación que creemos que esto no sólo es falso hoy, sino que, además, ha sido falso siempre (no importa cuánto nos hayamos esforzado por siglos para creerlo cierto). Pero quizás sí hay una verdad que al respecto corresponde a una comparación de épocas y tiempos, nuestros tiempos de hoy: Hoy es más evidente que el poner a competir nuestra cabeza y memoria con un motor de búsqueda, o con el maravilloso banco de información que es en general la internet, es un voto seguro a la frustración o a la rabia (si es ésta nuestra reacción acostumbrada al perder una competencia).
Es cada vez más evidente que hay campos, habilidades, en los que competir con máquinas se ha vuelto absurdo. Hay quienes quieren ver esto con inconformidad, pesimismo o incluso con un ánimo confrontador y culpabilizador que trae al presente comentarios que seguro existían por allá en los momentos más estelares de la primera era industrial del s.XVIII y XIX (busqué los siglos en internet, tenía mis dudas), trayendo frases que al parecer no pasan aun a la historia: ‘¡Esas máquinas! ¡Nos van a dejar sin trabajo! ¡ahora todo lo hacen ellas!’ En lo personal pienso: ‘¡Por fortuna! ¡Qué gran regalo nos hacen! ¿Dónde están para darles un abrazo?’ ¿Y por qué no? Nos están mostrando de manera firme y clara todo aquello en lo que vale poco invertir nuestro esfuerzo, no porque sean acciones que persiguen objetivos pobres o inútiles, sino más bien, porque ya que una máquina, app o dispositivo lo puede hacer (y mejor), nuestros ojos y manos no tendrán más remedio que buscar aquello en donde bien se necesita y se recibe una labor tuya, una labor mía, una nuestra, una labor humana.
¿Es la educación una de estas labores? Hay entornos educativos, como el del Colegio Montemorel, en donde pensamos que sí, y no sólo pensamos, sino que constantemente nos volcamos a la sagrada labor de descubrir cuál es la mejor manera de acompañar de manera humana, muy humana (y no sobra el énfasis) a nuestros estudiantes. Acompañarlos a descubrirse a ellos mismos, acompañarlos a entenderse en relación con el otro y su entorno, acompañarlos a conocerse y sentirse personas, acompañarlos a perseguir sus más genuinos intereses, acompañarlos a filosofar y explorar lo que un GPS no les puede mostrar, acompañarlos a entender un malestar o un dolor, acompañarlos a sumergirse hasta que la vida les responda de vuelta y les diga: Ven, que aquí hay más. ¿Cuál es la herramienta para acompañarlos a todo ello sino el encuentro humano en sí? ¿Cuál es ese espacio y esa fuerza que acarrea un encuentro cercano, sentido y abierto con otro ser humano? ¿Cuál es el calor a modo de hoguera que puede prestar nuestro corazón para posibilitar y abrir el crecimiento de aquel que está a nuestro lado? No por nada hemos denominado en el Colegio Montemorel el 2022 como el #AñoDeLosEncuentros.
La próxima vez que se sienta mal porque un dispositivo o una app le dobla en efectividad, vuelva a pensar, vuelva a sentir, respire profundo, dese un abrazo y encuéntrese, hay un paso humano, uno muy humano que usted puede dar, que los actores educativos podemos dar. Es esa una firme, indeleble y constante vía de crecimiento. Es esa una vía que como personas y educadores nos corresponde conocer, transitar, vivir y comprender. Es esa la esencia de su siguiente encuentro humano.
Director de Desarrollo Humano