En el preescolar del Gimnasio La Montaña llevamos más de diez años trabajando con programas específicos que permiten desarrollar habilidades de alfabetización a los niños y niñas en cuanto a las emociones, reconociendo que es un aspecto crucial en la educación del siglo XXI. Siendo una persona apasionada por la educación con alrededor de veinte años de experiencia, puedo asegurar que esto es fundamental para el desarrollo integral de los estudiantes.
Enseñarles a identificar, comprender y gestionar sus emociones les permite crear una conexión más profunda consigo mismos y con los demás, además de fomentar su autoestima y autocontrol. Esto, a su vez, les brinda herramientas para enfrentar situaciones difíciles y tomar decisiones de manera más efectiva.
He oído y visto a mis estudiantes diciendo: “no me gusta, “para” “necesito alejarme para respirar y luego te hablo” o usar un lugar seguro en el salón para regularse y retomar luego las actividades escolares cuando algo los detona o afecta. Podemos ver en los corredores del colegio o en las zonas de juego, niños de preescolar buscando cómo conciliar conflictos y ser gestores de paz para otros. También se ven niños identificando acciones amables de sus compañeros, agradeciendo o tratando de imitarlas para convivir en armonía y facilitando aulas con ambientes seguros.
La alfabetización de las emociones es esencial para la formación integral desde la primera infancia. Por esto, la educación emocional cobra un papel fundamental que debe ser abordado por las familias desde la casa y de manera alineada, trabajado y apoyado por los maestros en la escuela. Algunos estudios científicos han demostrado que la capacidad de los niños para identificar, nombrar, controlar sus emociones y regular su comportamiento tiene un impacto significativo en su bienestar emocional, social y cognitivo.
Autores como la doctora Becky Bailey, Daniel Siegel, Howard Gardner y Harold Turecki han profundizado en este tema y han proporcionado marcos teóricos y prácticos para enseñar estas habilidades. La doctora Becky Bailey, creadora del programa “Disciplina Consciente”, destaca la importancia de enseñar a los niños y niñas habilidades de autorregulación emocional desde una temprana edad. Según Bailey, la alfabetización emocional les permite comprender sus emociones, controlar sus reacciones para aprender a responder en vez de reaccionar y también les ayuda a manejar situaciones difíciles de forma efectiva y resolver conflictos de su vida cotidiana.
En lugar de simplemente castigar a los niños por su mal comportamiento, los padres, educadores y cuidadores, deben buscar entender la causa de este comportamiento y trabajar con los niños para desarrollar en ellos habilidades emocionales que les permitan lidiar con la situación de la mejor manera posible, entendiendo que la conducta irregular es la oportunidad perfecta para aprender aquella competencia que aún no se ha adquirido y que necesita ser enseñada.
La doctora Becky Bailey proporciona un marco para enseñar estas habilidades con diferentes recursos y herramientas, e incluso algunas estructuras concretas que se pueden implementar en casa y en la escuela. El programa propone ser trabajado a través de la empatía, la compasión y el respeto, lo que genera un comportamiento responsable que les permitirá vivir en comunidad.
Por otro lado, el neuropsiquiatra infantil, Daniel Siegel también destaca la importancia de la alfabetización emocional en los primeros años de vida. Siegel señala que cuando las personas son capaces de comprender sus emociones, se sienten más seguras y tienen más confianza en su capacidad para interactuar con los demás y enfrentar los desafíos de la vida de manera asertiva.
Adicionalmente, el psiquiatra Harold Turecki hace referencia al desarrollo emocional en la crianza. Enfatiza la importancia de enseñar habilidades para regular sus emociones y controlar su comportamiento, lo que les permite construir relaciones sólidas y desarrollar una autoestima positiva. Por su parte, el psicólogo Howard Gardner señala que cuando somos capaces de comprender las emociones de nuestros niños, ellos tienen más capacidad para pensar críticamente, resolver problemas de manera efectiva y construir relaciones saludables.
Con lo anterior, podemos ver que la literatura científica destaca la importancia de la alfabetización emocional para el desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños. Además, muestra cómo la primera infancia es un período crítico para esto, ya que es durante esta etapa, cuando se establecen las bases para la salud mental y emocional a lo largo de la vida. También demuestra que las habilidades socioemocionales, desarrolladas adecuadamente, son predictores importantes del éxito en la vida, pues permiten una mayor capacidad para manejar situaciones estresantes y lograr objetivos personales y profesionales.
Adicionalmente, identifica y describe los beneficios para el aula y la comunidad en general, ya que las personas con habilidades socioemocionales bien desarrolladas son más propensas a contribuir positivamente en la escuela y en su entorno, así como trabajar de manera efectiva con los demás.
En conclusión, la autorregulación emocional tiene un impacto importante en el desarrollo cognitivo y en el aprendizaje; esta implica el conocimiento y la comprensión de las emociones, su origen, su función, su expresión. Así las cosas, los niños y niñas aprenden a reconocer y expresar sus emociones de manera adecuada, lo que a su vez les permite regular su comportamiento y su respuesta emocional en situaciones difíciles, sentirse más seguros y tener más confianza en su capacidad para comprender y responder al mundo que les rodea. La seguridad que construyen fomentará un mayor interés por el aprendizaje y la exploración y el desarrollo de su capacidad para pensar críticamente.
Por el contrario, las personas que tienen dificultades para regular sus emociones pueden experimentar ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales. Por ello es fundamental que los padres, cuidadores y educadores comprendan la importancia de la alfabetización emocional y trabajen para fomentarla de manera intencional. Los adultos podremos empezar a oír cada vez más en los corredores de los colegios y en las aulas de clase, palabras de aliento y compasión y observaremos gestos amables entre los alumnos. Veremos niños siendo guardianes de paz, con intención y convicción, y veremos cómo desde la educación, tanto en casa como en los colegios, le aportamos al mundo personas nobles, que se enfocan en lo que quieren lograr y que superan con aceptación los desafíos mientras aprenden de ellos, procurando ser cada vez mejores seres humanos.