Los niños y niñas, con sus maravillosas mentes, nos hacen creer en un futuro lleno de esperanza. Si bien es cierto que las matemáticas, historia, lenguaje e inglés son parte importante del plan de estudios, sin duda es necesario fortalecer en la etapa escolar el mundo de las emociones como formación relevante al momento de enseñar a construir la paz. El identificar y reconocer las emociones en los niños y niñas permite tener aulas seguras, buenas y sanas relaciones, espacios llenos de oportunidades para enseñarles a tratarse bien los unos a los otros, compartir, perdonar y aceptar la diferencia sin renunciar a quién se es.
Las familias y los educadores tienen un papel relevante en la validación emocional de los menores. Hoy sabemos que los niños necesitan seguridad, contención y afecto, donde el desarrollo integral se basa en límites claros, dinámicas familiares coherentes en la crianza y un papel formador con posibilidad de guiar en medio de la oportunidad para mejorar; lo podremos lograr, sin infundir miedos propios del mundo adulto. Nos referimos con esto a la necesidad de hacer feliz a nuestros niños y niñas, una felicidad que estará acompañada con el desarrollo de la personalidad que no finaliza en la etapa escolar, que continúe desde la competencia y desarrollo de habilidades socio emocionales entre pares, que forje hábitos, rutinas y deberes que harán que los niños y niñas se sientan capaces y ejerzan un rol activo en sus contextos más cercanos.
Los niños y niñas necesitan de adultos responsables, sin miedo al fracaso y con posibilidades de sentirse capaces de alcanzar sus sueños.