Existe la historia de una niña de cuatro años, víctima de bullying en su colegio y en el vecindario, quien un día, triste y desconsolada, llegó a su casa a contarle a sus padres lo que le estaba sucediendo. Cualquiera esperaría que ellos la iban a escuchar atentamente y ofrecerle toda su ayuda.
Sin embargo, solo le dijeron: “En esta casa no hay espacio para cobardes. ¡Sal y defiéndete!”. Esta niña era Hillary Clinton, quien recuerda ese episodio como un hito en su vida que la forjó para ser fuerte y resiliente.
El destacado médico y psicólogo especialista en depresión, ansiedad y adicciones, Gabor Mate, hace referencia a esta historia, entre muchas otras, en su nuevo libro “El mito de lo normal”, para ilustrar el efecto tan nocivo que puede causar el hecho de no permitirle a los niños expresar sus emociones auténticamente.
El doctor Mate lleva años demostrando una correlación científica entre las enfermedades de salud mental y las adicciones, y la desconexión con las emociones en nuestra niñez. Y en su libro aclara que lo que le enseñaron a esa niñita no fue resiliencia, sino represión de sus emociones.
Para comprobarlo, describe cómo, muchos años después, la señora Clinton le confesó a una amiga haberse sentido culpable por las constantes infidelidades de su esposo, alegando que él estaba bajo mucho estrés y que ella no lo había apoyado emocionalmente.
El especialista también recuerda cuando Hillary, ya senadora y en plena carrera por la presidencia, se desmayó en un evento; estaba débil, deshidratada y tenía neumonía. A pesar de su condición, se negó a descansar; prefirió poner su vida en riesgo a admitir que estaba mal. No quería verse débil, como tanto le habían advertido sus padres.
¿Cuántas veces, como padres e inocentemente, les hemos dicho a nuestros hijos “no llores, no es para tanto”, o los hemos obligado a saludar ‘de beso’ a pesar de que ellos no quieren?
¿En cuántas ocasiones los hemos regañado o castigado por “portarse mal”, cuando en realidad lo único que estaban haciendo era portarse como niños? ¿Cuántas veces los obligamos a terminarse toda la comida en el plato, cuando nos han reiterado que están satisfechos?
Cada vez hay pruebas más concluyentes de que estamos cometiendo un error garrafal al no permitir que nuestros niños se conecten con su esencia y sus emociones auténticas.
No podemos negar que a nivel mundial los casos de suicidio, depresión, ansiedad y adicciones están escalando a números astronómicos. Es hora de reevaluar la forma actual de criar a nuestros hijos y, como asegura el doctor Mate, la que consideramos “normal”.
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Equipo de redacción de Los Mejores Colegios