Es normal que entre padres e hijos surjan conflictos a veces. Son muchas las causas que pueden motivar que unos u otros perdamos la paciencia, y aunque las peleas familiares son algo normal y cotidiano, es muy importante solucionarlo de forma respetuosa y evitar que la discusión se vuelva más grande.
Uno de los factores que provoca que una discusión se prolongue, es el rencor. No hablar sobre lo ocurrido y tener una actitud rencorosa hacia la otra persona hace que los problemas se hagan cada vez más grandes y cueste más trabajo solucionarlos.
Por eso es tan importante aclarar los malentendidos antes de finalizar el día, y jamás irte a la cama enfadado con tu hijo; una valiosa lección que también debemos enseñarles a los niños.
Es normal enfadarse, pero debemos saber cómo gestionarlo. La intensidad del día a día, el estrés y el cansancio pueden hacer que los adultos perdamos los nervios ante ciertas actitudes o conductas de nuestros hijos pequeños que consideramos poco apropiadas. Lo mismo sucede en el caso de los adolescentes, cuyos comportamientos no siempre son entendidos por los padres y pueden hacernos caer en una “lucha de poder” sin sentido.
No lo vamos a negar; la convivencia familiar no siempre es fácil. Todos tenemos nuestras propias necesidades y cuando sentimos que no están siendo tomadas en cuenta, es normal que tanto adultos como niños nos enfademos.
En este sentido, es fundamental el diálogo abierto y sincero, la expresión de nuestros sentimientos y, sobre todo, saber pedir perdón cuando nos equivocamos.
Si hemos tenido un conflicto con nuestro hijo, irnos a la cama enojados con él o ella no solo supondrá alargar una situación muy desagradable para ambos, sino que estaremos dándole un nefasto ejemplo sobre cómo solucionar los problemas, además de causarle un daño emocional.
A veces necesitamos algo de tiempo para calmarnos y aclarar nuestras ideas, pero en ningún caso deberíamos irnos a la cama enfadados los unos con los otros. ¿Quieres saber por qué?
Nuestros hijos se sienten mal (y nosotros también)
La primera razón (y esta debería ser más que suficiente) es que nuestros hijos sufren profundamente cuando nos enfadamos con ellos. Nosotros somos sus figuras de apego, sus referentes; aquellos que los protegen, los sostienen y a quienes acuden cuando las cosas no van bien.
Si los niños detectan que sus padres se alejan de ellos y están tan enfadados como para no querer leerles un cuento o darles un beso de buenas noches antes de dormir, se sentirán confundidos, angustiados y muy tristes.
Lo mismo sucede en el caso de los adolescentes, aunque puedan mostrar una actitud que nos haga pensar lo contrario. Y es que enfadarse con quienes más quieres causa una gran inestabilidad y daño emocional que es necesario reparar.
A veces, el orgullo no aporta nada positivo
Quizá sientas que lo que ha sucedido entre tu hijo y tú ha sido “la gota que ha colmado el vaso”, como se dice coloquialmente. Puede que te sientas realmente dolido, frustrado y enfadado. Pero perpetuar tu enfado y no buscar la forma de solucionarlo te llevará a caer en un orgullo que poco a poco irá acrecentando la distancia entre ambos.
En estos casos el orgullo trae rencor y rabia, y hace que cada vez te cueste más hablar de lo ocurrido, aceptar las disculpas de tu hijo o pedirle perdón. Por tanto, visualiza qué es lo que quieres conseguir realmente: ¿solucionar el conflicto y volver a sentirte en paz, o tener la razón, pero continuar sintiéndote mal?
Solucionar los problemas nos aporta paz
Siguiendo el punto anterior, las preocupaciones y conflictos nos afectan emocionalmente a muchos niveles. Entre otras cosas provocan estrés, malestar, desasosiego, falta de concentración e irascibilidad. También afectan a la calidad del sueño, provocando insomnio e incluso pesadillas.
Por eso se dice que solucionar los conflictos nos aporta paz interior. Si, además, ese conflicto ha provocado el enfrentamiento con nuestros hijos, su resolución nos hará sentir todavía mejor, pues ningún padre o madre desea estar enfadado con quien más quiere en el mundo.
Al no solucionarlos pronto, los problemas se acumulan
Cuando evitamos hablar acerca de algo que ha ocurrido y nos ha afectado, el efecto que generamos es similar al de una bola de nieve; es decir, cada día que pasa el problema nos irá pareciendo más y más grande y los sentimientos negativos que nos produce irán aumentando, mermando la relación con nuestro hijo.
Educamos emocionalmente con nuestro ejemplo
Abordar los conflictos y mostrar voluntad para solucionarlos denota inteligencia emocional. Esta actitud conlleva respeto hacia la otra persona, empatía, escucha activa y habilidades de negociación.
Los padres somos el espejo en el que nuestros hijos se miran, por lo que cuando actuamos de esta forma, inconscientemente les estamos dando una valiosa lección de vida.
Nos reconecta con nuestros hijos
La conexión emocional con los hijos es sumamente importante para que crezcan seguros, confiados y con una autoestima sana. Pero a menudo nos desconectamos de ellos y de sus necesidades, siendo las peleas y conflictos unas de las causas fundamentales de esa desconexión.
La conexión emocional debe basarse en una relación respetuosa y plena por ambas partes, en donde la confianza mutua, la sinceridad y la comunicación sean pilares fundamentales.
¿Y si estoy tan enfadado es que necesito más tiempo?
Si te sientes tan enojado con tu hijo como para no poder solucionar lo ocurrido antes de que acabe el día, quizá sea bueno replantearte si lo que ha sucedido es realmente tan grave como para justificar su distanciamiento, aunque solo sea por una noche.
Si, aun así, consideras que necesitas más tiempo para pensar, relajarte y encontrar una solución al problema, habla con tu hijo en confianza y con respeto. Dile que necesitas descansar y enfriar la situación, pero que mañana solucionarán juntos el problema. Sobre todo, hazle ver que a pesar de las discusiones o de tener puntos de vista diferentes, lo amas profundamente y siempre será así.
Lee el artículo completo en Nunca te vayas a la cama enfadado con tu hijo: por qué es importante solucionar los conflictos familiares antes de que acabe el día
Por: Mariana Marroquín Ortiz
Equipo de redacción de Los Mejores Colegios