Sabemos que la pandemia ha sido un reto para todos y quizá nadie estaba preparado, aunque algunos sí contaban con la capacidad de adaptación a cambios abruptos como los que esta generó – cambios a los que no nos podíamos negar. Es esta la experiencia que hemos vivido en el colegio Cumbres: capacidad de adaptación. Ahora bien, que se haya tenido la capacidad no significa que haya sido fácil, por el contrario, ha requerido reinventarnos, aprender y desaprender, pero siempre aferrados a nuestra misión.
En este sentido, y en retrospectiva sobre las lecciones aprendidas, el presente que estamos viviendo y el futuro que vamos proyectando, podemos destacar los siguientes elementos que, al menos nos han quedado a nosotros, como aspectos fundamentales en el cambio.
No perder el sentido de la misión
Los cambios siempre deben ser entendidos como una oportunidad de crecimiento y quienes nos dedicamos a la formación de personas, debemos comprender que es una realidad a la que no nos podemos negar. Nuestra misión está centrada en la persona y es desarrollada por personas, por ello, el punto fundamental en este aspecto es que reafirmamos que nuestra razón de ser son las personas y cómo les podemos ayudar a crecer, a ser mejores – como está en nuestro lema Semper Altius. Y en este contexto, renovamos y reafirmamos la visión que tenemos de la persona humana, la cual tiene su arraigo en la esperanza. Es decir que, a pesar de las adversidades, nunca perdimos las esperanzas en los seres humanos. Así fue como padres de familia, profesores y estudiantes reafirmamos que somos un solo equipo para el crecimiento mutuo y que solo así, unidos, podríamos salir adelante. Por ello, nuestro propósito en cada decisión siempre ha tenido en el centro el bienestar de cada persona que hace parte de nuestra comunidad.
Los elementos del modelo en juego
“En juego” no significa que se tuviesen que revaluar, sino más bien, que se hacían más vivos. En juego significa que ahora más que nunca se hacían dinámicos, entraban en acción total entregándolo todo. ¿Cuáles son esos elementos? El aprendizaje, la enseñanza y el contexto, cuyo denominador común siempre son las personas. Es decir, que el sentido del juego es porque hay personas que lo juegan y lo apuestan todo porque la ganancia es alta. Nuestros profesores se la jugaron toda por los estudiantes y se adaptaron con rapidez a la nueva realidad, pues en dos días ya estábamos retornando a las clases en modalidad de aprendizaje en casa, atendiendo al 100% de los estudiantes. Los estudiantes pusieron todas sus habilidades en juego para comprender y apoyar a los profesores en esta nueva situación y construyeron de manera conjunta el nuevo ambiente, que fuera favorable para todos; y los padres de familia apostaron todo en su apoyo incondicional para seguir garantizando la formación integral de sus hijos sobreponiendo siempre el bien común. Así, el aprendizaje se mantuvo siempre, la enseñanza por parte de los profesores se adaptó rápidamente con nuevas metodologías y el contexto nos permitió adaptar las herramientas necesarias para continuar en el proceso de formación integral.
Los aspectos del cambio
Nos dimos cuenta de que era fundamental definir qué debía cambia y qué debía permanecer, así mantuvimos los elementos del modelo pedagógico: la formación: cada situación es una oportunidad de aprender y de crecer, por ello esta oportunidad no podía ser la excepción. Ajustamos lo que los estudiantes debían aprender desde el currículo, fortalecimos la educación en los valores que en estas circunstancias nos permitirían salir adelante, cuyo foco principal estaba en el autocuidado y la responsabilidad de comprender que mis acciones redundaban en el beneficio propio y de los demás, es decir, que somos co-responsables del bienestar del otro; y crecimos en espiritualidad, pues a pesar de que estuvimos distanciados, sabíamos que nos uníamos pidiendo por los otros, comunicándonos con ellos, ayudando a quien lo necesitaba y manteniendo la esperanza de que todo estaría mejor. Así que, en estas circunstancias reafirmamos los elementos de nuestro modelo: enseñar, educar y evangelizar y los ajustamos a la nueva realidad.
Mantener siempre viva la esperanza
La vida de cada uno sigue con sentido vivo solo si hay esperanza, pero aquella que es auténticamente esperanza. Es decir, aquella que pone en juego todo para que todo sea mejor. Así, aceptamos la nueva realidad, es decir, comprendimos que la nueva situación no nos superaba y que unidos podríamos ir adelante en favor de algo mejor. Dar: reafirmamos que las acciones para nuestro crecimiento también lo son para los otros, es decir, que solo dando lo mejor de nosotros al otro, podríamos crecer de manera mutua; así, nuestra realidad se transformó en un “don” común, es decir que, con las acciones de cada uno, pudimos ir construyendo un espacio en beneficio de todos. Ya sea aprendiendo en casa o asistiendo al colegio de modo presencial cada realidad ha sido exitosa porque no nos hemos reservado nada de manera egoísta, sino que cada uno: profesores, estudiantes y padres de familia, nos la hemos jugado unos por los otros.
Colegio Cumbres Bogotá Semper Altius
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