30 enero, 2025 | Noticias

La realidad oculta detrás de la sobreprotección a los niños en el Colegio Buckingham

La sobreprotección, aunque motivada por el amor y el miedo al peligro, puede estar limitando el desarrollo de habilidades emocionales y sociales esenciales en los niños. Este artículo ofrece soluciones y reflexiones para padres que buscan encontrar el equilibrio entre protección y libertad.


Colegio Bilingüe Buckingham: La realidad oculta detrás de la sobreprotección a los niños

Durante estas vacaciones, me leí el libro La generación ansiosa, escrito por Jonathan Haidt, en el que, con estadísticas contundentes, demuestra cómo desde la década de 2010, cuando llegaron los teléfonos inteligentes, nuestros niños y jóvenes han pasado de tener una sana infancia basada en el juego a una perjudicial basada en el teléfono.

De los mensajes que más rescato del libro, y es de las principales razones por las cuales nuestros niños y jóvenes están consumidos en los dispositivos electrónicos, es el miedo que tenemos los papás de cualquier cosa que les pueda pasar a nuestros hijos: que los roben, los rapten, los abusen o los atropelle un carro. Es entonces cuando preferimos dejarlos en la casa conectados a la virtualidad a exponerlos a los riesgos del mundo exterior. Y no es que no tengamos razón para estar paranoicos. No es sino poner las noticias a cualquier hora del día y frecuentemente hay algún niño desaparecido.

Los papás de hoy hemos decidido que mientras más estén nuestros hijos en la casa bajo supervisión, nos sentimos más tranquilos. El problema con esto es que, como dice la psicóloga Michelle Icard en su libro Catorce conversaciones antes de los catorce, la única manera de aprender a vivir es viviendo. Los papás de hoy no estamos confiando en que nuestros hijos puedan tomar decisiones inteligentes; entonces, les estamos negando la oportunidad de tomar cualquier tipo de decisión. Y, como todo en la vida, no se aprende a tomar decisiones sin practicar.

Los niños y jóvenes necesitan tener experiencias, buenas y malas, para aprender, y el rol de nosotros, los adultos, es ayudarlos a evaluar, procesar y reflexionar sobre lo que funciona y lo que no funciona. En otras palabras, experiencia más conversación es igual a un aprendizaje poderoso, dice Icard. No podemos cerrarle el mundo a nuestros hijos para protegerlos del mundo exterior; por el contrario, los niños deben vivir el mundo real, con nosotros cerca. Les podemos decir lo que sea a nuestros hijos, pero solo la experiencia es la que les va a enseñar a cómo tomar decisiones, resolver conflictos, encontrar el balance entre la curiosidad y el escepticismo, y tener la capacidad de caerse y levantarse, entre muchos otros aprendizajes. Sin la oportunidad de practicar, nuestros hijos nunca van a aprender estas habilidades que necesitan para tener una adultez sana.

En este sentido, como lo enfatiza Icard, no podemos ser los gerentes de nuestros hijos; debemos ser los asistentes, es decir, quienes están ahí para apoyarlos, para ser unos ojos y unos oídos extra y para ofrecer ayuda si se necesita. El asistente, como en cualquier trabajo corporativo, dice Icard, siempre está listo para apoyar y hacer lo que sea necesario, pero no tiene ningún interés en tomar el control.

Por otra parte, cuando creemos que nuestros hijos están en la casa es cuando están mejor, sin darnos cuenta los estamos infraprotegiendo en otro mundo, a veces mucho más peligroso que el real: el virtual. Cuando están en la casa no es que siempre estén jugando juegos de mesa y conversando con nosotros, o leyendo, o haciendo manualidades. Cuando están en la casa por varias horas, debido a nuestro cansancio y al de ellos, a su aburrimiento y al vernos a nosotros no disponibles por llamadas y trabajo en el computador, eventualmente llegan al mundo digital y no se despegan. Y, claro, resulta muy cómodo que estén ahí calladitos, tranquilos y seguros. Pero ojo porque el que estemos en el mismo techo no significa que estén seguros. Los controles parentales para protegerlos llegan hasta un punto. Es tal la cantidad de información entre publicidad, mensajes, videos y fotos, que simplemente no podemos estar al tanto de todo lo que consumen y tener la certeza de que están seguros. Adicionalmente, como están en estado de alerta, porque esa es la reacción que genera estar mucho tiempo con la adrenalina de un juego o estar pendientes de lo que ocurre en las redes sociales, los niños y jóvenes se quedan en un estado de ansiedad constante, algo que no evidenciamos en ese momento cuando estamos en el mismo techo, pero que empezamos a ver unos meses después.

¿Y qué significa tener ansiedad? Es un estado emocional en el que hay sentimientos de inquietud, nerviosismo, miedo y aprensión. Es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones estresantes y amenazantes y, cuando se convierte en un patrón persistente y excesivo, interfiere en la salud mental y, en general, interfiere en la vida diaria, con dificultades para dormir, para concentrarse, para tomar decisiones, para relacionarse, etc.

Es así como al proteger a nuestros hijos de los posibles males del mundo exterior, que es el que los prepara para la vida adulta, no solo no les estamos dando las herramientas que necesitan, sino que los estamos enviando a un mundo virtual, el cual, por su elevada exposición, les está causando secuelas muy graves.

El cerebro de los seres humanos no ha cambiado desde hace cientos de miles de años. Por esta razón, el dispositivo básico para el desarrollo de la infancia sigue siendo el mismo: el juego. El cerebro no está hecho para desarrollarse cuando está expuesto prolongadamente a las pantallas. Erróneamente he oído, y seguramente ustedes también, a los que dicen que los niños de hoy nacieron con el chip de la tecnología. ¡Claro que no! Vienen con el chip del juego en el mundo real y nosotros les estamos metiendo el chip de la tecnología. Sustituir el juego por los dispositivos electrónicos, porque los niños de ahora están hechos para la tecnología, es equivalente a decir que una pastilla reemplaza a una comida. A lo que diríamos enfáticamente que no, porque necesitamos masticar para fortalecer los músculos faciales y mandibulares, porque consumir la fibra de los alimentos es lo que ayuda a la digestión y a la absorción de nutrientes, etc. Pasa lo mismo con el juego. Las experiencias que se viven en el juego real nunca reemplazarán pasar horas mirando a un celular para entretenerse.

Pero para que el juego sea efectivo, dice Haidt, éste no puede estar todo el tiempo supervisado. Ese es el otro error. Los niños y jóvenes tienen que tener juego libre sin tantos ojos y tanto condicionamiento. Si nosotros estamos ahí como un helicóptero, lo primero que haremos al ver una dificultad es salir corriendo a solucionarles la vida. Entonces el juego se vuelve una entretención, pero no un aprendizaje, porque siempre estamos ahí para decidir e intervenir por ellos. Dejemos que jueguen y convivan con sus amigos, pero de lejitos. Con un ojo en ellos y con otro en nuestras propias cosas. Que ellos decidan las reglas, que ellos decidan cómo resuelven los conflictos. No intervengamos.

Cuando era niña, solía tener juego libre sin supervisión y tuve la oportunidad de experimentar el mundo real en la adolescencia. Mis papás no es que no estuvieran conscientes de los riesgos; siempre hubo peligros, así fueran otras épocas. El problema no es el cambio de época, el problema es el cambio de papás. En ese entonces, había reglas claras y simples: que el plan fuera razonable para mi edad, estar acompañada, avisar dónde iba a estar y llegar a la hora acordada. Las reglas de hoy son: no te subas que te caes, no te caigas que te ensucias, no toques, no hables, ¿por qué le rapas al niño?, no le hables así a mi hijo. Y así, todo el día, los papás de hoy estamos condicionando cada experiencia de nuestros hijos.

En resumen, los invito a hacer consciencia del daño que le estamos haciendo a nuestros hijos con la sobreprotección en el mundo real y la infraprotección en el mundo digital por la exposición exagerada a las pantallas. Retomemos la infancia basada en el juego y en la conexión con otros. Empecemos nosotros siendo un ejemplo a seguir. Lleguemos a casa, olvidémonos del celular y conectemos con nuestros hijos. Ayudemoslos a tener más y mejores experiencias, confiando en ellos y dejándolos experimentar el mundo real con nuestro acompañamiento incondicional; ese es nuestro verdadero rol de protección, el que ellos tengan claro que ante la dificultad, tienen siempre con quién contar.

Ver la nota original en: https://www.eltiempo.com/amp/opinion/columnistas/la-realidad-oculta-detras-de-la-sobreproteccion-a-los-ninos-3419967

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Autor: Juliana Salazar Borda - Rectora Colegio Bilingüe Buckingham

Acerca de Colegio Bilingüe Buckingham (Bogotá)

El Colegio Bilingüe Buckingham, ubicado en Bogotá, fue fundado en 1983. Ofrece una educación bilingüe bajo el calendario B, con clases en español, inglés y francés. Destacado por su enfoque en el liderazgo y la conciencia social y ambiental, Buckingham prepara a sus estudiantes para ser ciudadanos del mundo.

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