El niño detrás de la máscara en el Colegio Montemorel

Hay un día al año en donde nos ponemos en “modo disfraz”. Dejamos las máscaras para ponernos otras y en muchos casos sonreír un poco más.

Hay un día al año en donde nos ponemos en “modo disfraz”. Dejamos las máscaras para ponernos otras y en muchos casos sonreír un poco más. También lo llamamos el “Día de los niños” (como si ellos necesitarán un día para ser niños) o el llamado “Halloween”. Más allá del nombre hay algo que muchos sentimos como especial en este día especial: Jugamos con nuestra identidad.

Somos animales, princesas, vampiros, guerreras zombies, ogros, cenicientas y más. Se da entonces y al
respecto una curiosa paradoja, y es que mientras nos aventuramos a ser ese personaje que no somos en nuestra vida cotidiana, buscamos en ese disfraz algo que hace “clic” con nosotros mismos, con nuestra identidad real. Sea por diversión, por deseo, por curiosidad, por identidad…

Hay algo que nos gusta de ese disfraz, de esa máscara. Para los adultos quizás también hay algo más, y es la posibilidad real de jugar, el camino a olvidar lo que muchas veces es la fría realidad de un mundo adulto y anquilosado. Es el camino para recordar que cuando niño reías así, normal, sin más. Es una máscara que te pones para respirar y descansar de otras más.

“¿Dónde quedó mi autenticidad?”, dirán algunos recordando cierta capacidad que los niños traen innata: la de ser ellos mismos. “¿Dónde quedó el juego?”, dirán otros. Por suerte estas preguntas no tocarán a todos los presentes lectores de este pequeño texto. Eso habla de adultos que aún no se han puesto demasiadas barreras (o que ya han deconstruido otras) y que se animan a ser eso que son, lo que sea. Pero no es de menos suerte saber que, aunque hay adultos en condiciones más difíciles frente a su propia libertad (un saludo especial si me estás leyendo), las condiciones para recuperarla existen y los caminos hacia ello pueden ciertamente explorarse, abrirse, transitarse.

¿Puede ser difícil? Sí. Algunos lo llaman el descubrimiento de esa “niña” o “niño” que llevamos
dentro. Ese descubrir la dicha simple, la sonrisa próxima, el juego por el juego y la libertad de ser.
Sí, es ese niño al que le encantaría disfrazarse y pedir dulces hasta que duela la barriga en un día
como el 31 de octubre.
Dada la invitación entonces a recorrer el camino que a cada quien le corresponde para conectar con esa parte de sí, conviene quizás también dejar una pregunta: ¿En qué momento dejaste de serlo? Y no me refiero a la inevitable edad cronológica que avanza imparable con el reloj, sino a estas condiciones de las que hablamos. Muchos dejamos de jugar porque un día nos miraron y juzgaron con un “¿Tan grande y jugando?”, en otras ocasiones y quizás más imperceptible (más no menos solucionable), ese juicio vino de adentro, de nosotros mismos. Independientemente del lugar del que haya venido conviene también pensar si pudo haber una manera en que ese niño o niña hubiese podido sobrevivir un rato más. ¿Quizás un entorno o la compañía de personas que no te presionarán a tomar máscaras adultas que no correspondían? ¿Quizás el haber aprendido a conocerte más y a valorar tu propio ser en sus propios tiempos y a su propio ritmo?

Hay personas que hemos tenido el gusto de acompañar el florecer natural de una persona, el gusto de ver la futilidad de las máscaras y la posibilidad de llevar a nuestro niño interior a través de la adolescencia (sin lastimarlo) e invitarlo con ternura a acompañarnos en procesos de madurez
sana y sensible hacia la adultez. Hay quienes apostamos por una educación diferente para que el día de los niños sea también el día en que adultos sanos reconozcan que tienen a su niño interno bien cuidado, con el lugar en su vida que corresponde.

¡Feliz día!

Acerca del Colegio Montemorel (Chía)

Nuestros estudiantes son personas que logran tomar consciencia sobre el crecimiento de ellos mismos y el desarrollo de sus relaciones con los demás y el mundo que les rodea. Priorizamos la felicidad como camino efectivo a lo que consideramos un propósito común para todos los que hacemos parte del Colegio Montemorel. Humanismo y habilidades del siglo XXI. Estudiante como centro activo y creativo. Espacios de Desarrollo Humano. Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP/PBL). Programa de Inglés Intercultural e intensivo. Aprendizaje basado en la investigación (AbI). Filosofía para niños (FpN). “

Autor: Diego Fernando Pinzón, director de Desarrollo Humano, Colegio Montemorel.