12 diciembre, 2024 | Noticias

Hacia una educación más práctica y menos teórica

La educación tradicional necesita evolucionar. Hoy más que nunca, es fundamental apostarle a una educación más práctica, que conecte el aprendizaje con el mundo real y motive a los estudiantes a descubrir su pasión.


Hacia una educación más práctica y menos teórica en el Colegio Buckingham

Hace poco un estudiante se acercó para contarme que iba a abandonar el colegio. Que se inscribiría a un colegio virtual para cumplir de una manera más rápida con el requisito de tener un bachillerato. Me dijo que no quería estudiar ninguna carrera en la universidad y que la educación para él ya había perdido el sentido. “Pero si solo te quedan dos años”, le dije. “Sí —me respondió—, pero para mí la educación que tengo es más que suficiente para lo que quiero hacer”. Quedé fría. No sabía cómo sentirme. Estaba tan seguro de su decisión.

Le traté de explicar por todos lados que el colegio va más allá de las clases, que es el lugar en el que aprendemos a vivir, a entender el mundo gracias a las interacciones con otros, a analizar otras perspectivas, a empoderarnos, a descubrir quiénes somos y qué nos gusta. Que es el lugar perfecto para tener y aprender a resolver conflictos y a negociar posiciones en un entorno seguro, es el espacio donde formamos amistades y acumulamos experiencias mientras terminamos de crecer. Saqué todas mis cartas. Pero nada lo convenció.

Que un estudiante me dijera que la educación había perdido el sentido con tanta convicción me rompió el corazón y me llenó de preguntas.

Para la mayoría de las personas de mi generación siempre fue obvio el camino por seguir: bachillerato, universidad, trabajo, posgrado, trabajo. Para mis hijos y mis estudiantes también es el camino que proyecto para ellos, con la diferencia de que a mi generación en general no la encaminaron hacia un aprendizaje significativo ni nadie nos habló de que debíamos encontrar lo que más nos apasionara.

A estas nuevas generaciones sí las estamos impulsando a que sean quienes ellos quieran ser, pero eso sí, siempre con la expectativa de que después del colegio hay que seguir preparándose. Pero ¿es ese necesariamente el camino para todos? ¿Es nuestra definición de éxito obvia y debe ser la misma para todos? ¿Cómo elegir qué hacer después del colegio si no han sido expuestos a experiencias más prácticas?

El mismo estudiante me dijo que lo que más quería en el mundo era ser empresario y que ya le estaba yendo muy bien en lo que hacía y que no quería estudiar más. No pude convencerlo de que uno nunca deja de aprender y que en una universidad o en un instituto técnico tendría herramientas adicionales si lo que quería era emprender.

A esto se une que un grupo de estudiantes de último grado de bachillerato se me acercó para decirme que querían salir más de los salones y del colegio y aprender más sobre el funcionamiento del mundo real.

Creo profundamente en el poder de la educación en todos los niveles posibles, sobre todo como generadora de redes, pensamiento crítico y formación del carácter, pero

definitivamente tenemos que migrar a una educación más práctica que inspire y en la que los estudiantes encuentren un sentido. Tengo que confesar que después de la universidad y solo cuando empecé a trabajar entendí para qué servía lo que estudié y aprendí herramientas prácticas, porque hasta ahí había recibido pura teoría.

Tenemos que exponer a los estudiantes a diferentes experiencias que les ayuden a explorar caminos y a que ellos definan su propia definición de éxito.

Por esta razón, con mi equipo de trabajo diseñamos un programa de emprendimiento para que de los 7 a los 18 años les enseñemos a los estudiantes el funcionamiento del mundo real en cuanto al manejo del dinero, la realización de un presupuesto, el diseño de una buena estrategia de mercadeo, la fijación de los precios, la negociación, la relación con los socios, el manejo de la frustración, pero también el manejo del éxito y el valor del esfuerzo y el trabajo. Este programa les permite explorar su creatividad, atreverse a tomar riesgos; pasar de los libros a algo más tangible que es suyo y que partió de su propia iniciativa e intuición; inspirarse con historias de vida de grandes seres humanos que, gracias a su talento y constancia, crearon grandes empresas o causas sociales y trascendieron en la sociedad por el altísimo impacto que generaron.

El emprendimiento también es un camino. Tampoco es para todos, pero es un camino. Cuando estaba en primaria, yo vendía a escondidas de todo porque el colegio no lo permitía. Chocolates, brownies, pulseras, gomitas. Pero lo que ganaba me lo gastaba. No me duraba ni una semana. Qué maravilla hubiera sido que desde el colegio hubieran apoyado mi creatividad y mis ganas de ir más allá y me hubieran enseñado no sólo cómo poder hacerlo mejor, sino también cómo manejar mejor mis finanzas. Eso no significaba descuidar mis estudios, era enriquecer mi experiencia de vida.

En esta tarea de pensar en cómo hacer que los años de colegio sean más experienciales y cómo poder guiarlos, me acordé de un modelo fascinante que descubrí en Estados Unidos. Visité dos colegios públicos en los que más del 70 por ciento de los estudiantes eran hijos de inmigrantes con pocas posibilidades de documentarse y poder ir a la universidad.

Estos colegios fueron muy hábiles en entender la problemática del futuro de estos estudiantes y montaron academias especializadas en alianza con algunas empresas. De esta manera, los estudiantes de los últimos grados de colegio podían explorar intereses, pero también salir con competencias muy claras encaminadas al mercado laboral.

Al recorrer los salones encontré una academia automotriz con todos los equipos tecnológicos, las herramientas y hasta con camiones dentro del colegio; una academia de premedicina con camillas, maniquíes, mesas digitales para simular operaciones; una academia de tecnología llena de computadores para programar y diseñar, y una academia de peluquería y estética que, de hecho, estaba abierta al público a muy buen precio para poder practicar.

Esto es algo que me encantaría implementar a la par del emprendimiento. Con el Sena hay articulaciones entre colegios y educación técnica, lo que es un gran paso. Pero hay que ir más allá. Sería maravilloso si los colegios pudiéramos hacer alianzas al tiempo con instituciones educativas de educación superior y empresas para llevar la vida real a los salones de clase con una gran variedad de opciones y así nuestros estudiantes pudieran explorar de una manera práctica las diferentes ocupaciones.

Me encantaría que para los estudiantes tenga más sentido la educación que reciben. Para eso tenemos que darles alternativas, y qué mejores aliados que la educación superior y las empresas, quienes son los que más saben de las competencias y la especificidad de profesiones y oficios que requiere este mundo tan dinámico y competitivo.

Mi orientación siempre estará enfocada en que los jóvenes de hoy nunca dejen de aprender, y que mientras lo hacen encuentren su pasión y descubran en profundidad sus dones y talentos, para que puedan elegir con convicción la profesión y la institución que les permitan seguir desarrollándose; y que los títulos que consigan los lleven más cerca de sus sueños.

A mi estudiante que dejó el colegio y que no quiere ir a la universidad, le deseo lo mejor y ojalá que el camino que eligió lo llene de satisfacción, de experiencias, de buenos aprendizajes para la vida y que se esté sintiendo exitoso según su propia definición de éxito.

Leer versión original en: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/hacia-una-educacion-mas-practica-y-menos-teorica-3404687 

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Autor: Juliana Salazar Borda, rectora Buckingham School

Acerca de Colegio Bilingüe Buckingham (Bogotá)

El Colegio Bilingüe Buckingham (Bogotá) es una institución bilingüe que opera bajo el calendario B (de agosto a junio). Fundado en 1983, ofrece una educación en español, inglés y francés, enfocada en formar líderes conscientes de su responsabilidad social y ambiental.

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