Discurso de grado de Sergio González Trujillo estudiante del Gimnasio La Montaña de Bogotá
Hace poco, en una conversación cualquiera, surgió una escena que estoy seguro que todos conocemos perfectamente: alguien mira a un joven de 17 o 18 años y le pregunta: “¿Y tú, qué vas a estudiar?”
Siempre la misma pregunta. Nunca falla.
Y no deja de causar cierta gracia y también algo de intriga. Porque detrás de esa pregunta hay una idea muy instalada: que lo importante es decidir pronto qué vamos a ser “en la vida”. Pero casi nunca se pregunta algo mucho más profundo: ¿qué clase de personas vamos a ser?
Porque, más allá de las profesiones que escojamos (ingenieros, artistas, abogados, médicos o empresarios), lo que realmente marcará la diferencia no es lo que hagamos, sino quiénes seamos: si somos íntegros, trabajadores, respetuosos, generosos. Si, en un mundo que a veces premia la indiferencia y la arrogancia, elegimos vivir con humildad y con valores.
Hoy nos graduamos en un momento de la historia donde muchas cosas parecen estar en crisis: la verdad, la familia, la coherencia. Un mundo que relativiza casi todo, que ridiculiza la fe, que banaliza el esfuerzo y que aplaude a quienes piensan solo en sí mismos. Por eso, el verdadero desafío no es destacar. El verdadero desafío es no perder el rumbo.
Nos toca ser parte de una generación que no tenga miedo de defender los principios y valores que hemos aprendido de nuestro colegio y nuestras familias. Que no se acomode al desorden del mundo, sino que se mantenga firme en la verdad, en los principios, en la fe. Y eso empieza por lo más sencillo: tomar decisiones correctas cuando nadie está mirando y sostener lo que uno cree incluso si no está de moda.
A nuestros profesores: gracias por sembrar en nosotros no solo conocimiento, sino criterio. A las directivas: gracias por defender una visión de educación que forma personas, no solo estudiantes. Y a nuestras familias: gracias por su ejemplo, su sacrificio y su amor incondicional. No estaríamos aquí sin ustedes.
Hoy se cierra una etapa. Pero comienza una nueva y en mi opinión más interesante. La de ser personas que honren con su vida todo lo que han recibido. Personas que, más allá del título, de los éxitos o del prestigio, vivan con dignidad, responsabilidad y fe. Personas que tengan claro que la excelencia profesional sirve de poco si no va acompañada de principios firmes y una conducta recta.
Que Dios nos acompañe en este nuevo camino. Que nunca nos falte la valentía para hacer el bien, ni la humildad para reconocer cuándo debemos cambiar. Y que, en todo lo que hagamos, no olvidemos nunca que el mundo necesita personas buenas.
Conoce todo lo que ofrece el Gimnasio La Montaña en el portal de Los Mejores Colegios.