Cambios biológicos, físicos y hormonales; incomprensión y rebeldía; querer dejar de ser niño, pero seguir comportándose como tal; querer ser adulto, pero sin asumir responsabilidades… todas estas contradicciones y extremos son el pan de cada día de la adolescencia, que, a ciencia cierta, no se sabe cuándo comienza, ni cuando termina. Poder conocer desde una óptica diferente qué es lo que sucede, puede ayudar a que esta etapa sea entendida y manejada de una manera más acertada.
Toma de decisiones y consecuencias
Uno de los aspectos más típicos del comportamiento de un adolescente, es aquel relacionado con la impulsividad y con la falta de prever consecuencias, dos aspectos que juegan un papel muy importante a la hora de tomar decisiones. Esto se debe a que la corteza central (la encargada de controlar los procesos de racionamiento) no está desarrollada en su totalidad.
Así que ese “actuar sin pensar” va más allá de una cuestión emocional. Es una actitud enmarcada en una condición de un cerebro en transición. Entender esto, puede ser útil al momento de hacer frente a esa incapacidad de anticipar qué es lo que puede suceder si se actúa de una manera o de otra. Saber que los adolescentes aún no cuentan con las herramientas necesarias para que sus juicios sean totalmente confiables, nos abre el campo para que nosotros como padres, hagamos énfasis en este aspecto de una manera más asertiva y dejando de lado la típica “cantaleta” con la que no se llega a ningún lado y solo hace que la discusión y las tensiones sean parte de la cotidianidad.
Lo más importante de este proceso: ¡una gran oportunidad!
Uno de los aspectos más importantes de esta etapa, radica en que es una oportunidad de poder ayudar a “moldear” ese cerebro. En este lapso de tiempo, a nivel cerebral, se da una selección natural de las conexiones que se potencian y de aquellas que se eliminan -sinapsis-. Imaginen una planta que está creciendo, la cual se poda quitándole las plántulas más débiles y dejando solo las más fuertes para que estas últimas crezcan mejor. Pues bien, de esa misma manera el cerebro se encarga de hacer dicha “poda” para reducir el número de conexiones, dejar las que se están usando de manera regular y fortalecerlas, y eliminar las restantes. Es por esto que las actividades que se hagan o se dejen de hacer en esta etapa, tendrán una gran influencia en el resto de sus vidas. Lo que se hace es lo que se potencia.
Es lo que el Doctor Jay Giedd, del National Institute of Mental Health en Estados Unidos denomina -el principio de o lo usas o lo pierdes- y hace referencia a lo siguiente: “Si un adolescente lee, hace deportes, estudia, serán esas las células y conexiones que se fortalecerán, por el contrario si la mayor parte de su tiempo está viendo televisión o jugando video juegos, esas serán las conexiones que sobrevivirán y las otras morirán”. De esto se puede interpretar que las habilidades que desarrollen dependerán de las actividades que hagan de manera frecuente.
Este proceso de reducción y fortalecimiento representa para padres, educadores y guías, una oportunidad de oro, pues no se trata solo de acompañarlos en todos los sube y bajas emocionales típicos de esa etapa, se trata entonces de incentivarlos a tener hábitos positivos, a desarrollar su creatividad, ampliar su capacidad de conocimiento, exponerlos a experiencias en las que puedan conocer cosas que los apasionen y propiciar su desarrollo, entendiendo que esto no será solo provechoso de manera momentánea sino que tendrá resultados a largo plazo.
¿Justificar comportamientos?
Al igual que cualquier hipótesis o línea de pensamiento, esta teoría cuenta con quienes no creen en ella o están en contra de este tipo de investigaciones y sus resultados, ¿la razón? argumentan que lo único que se logra con esta aseveración del cerebro en desarrollo es que los adolescentes encuentren una justificación para cualquier tipo de comportamiento.
Ciertamente es importante decir que las normas, las reglas, la disciplina y todo lo que cada padre o madre considere que es lo adecuado para guiar la adolescencia de sus hijos deben estar presentes en todo momento, sin embargo, entender lo que sucede a nivel de desarrollo cerebral nos puede ayudar a nosotros, como adultos, a saber qué pasa adentro de esas cabezas y, probablemente, a tener expectativas más reales de lo que se puede esperar o no. Alinear eso con nuestras exigencias puede evitarnos una permanente y absurda comparación de su forma de actuar y la nuestra, evitando pretender que razonen y actúen igual que un adulto.
El conocimiento científico, nuestro aliado
La gran importancia de acceder a este tipo de información y conocer los desarrollos en este campo es poder transformar este nuevo conocimiento en herramientas que nos sirvan para ampliar nuestros horizontes y para nutrirnos como padres, de esta manera, podemos nosotros también guiar mejor a nuestros hijos y apoyarnos en recursos certeros que van a más allá de nuestro instinto.
Por otra parte, compartir este conocimiento con nuestros hijos, desde una perspectiva adecuada, nos puede ayudar para que ellos mismo tengan una idea más compleja del proceso relacionado con su desarrollo y así, probablemente, puedan empezar a darle más trascendencia e importancia a cosas como pensar dos veces antes de actuar, tratar de ir más allá del momento presente, anticipar consecuencias. En otras palabras, les estamos ofreciendo herramientas para que aprendan a cuidarse y a entenderse mejor.
Disfrutar y hacer lo mejor de nuestra parte
Frase de cajón, pero cierta: la vida no viene con manual de instrucciones. Ser padres tampoco y la adolescencia mucho menos, por eso importante no perder el norte ni sentir que absolutamente todo debe estar bajo nuestro control, pues en realidad, no lo está ni lo estará.
Tener una actitud abierta y positiva frente a la crianza de los hijos y enriquecernos como personas, pueden ser los aliados más importantes en este camino que es la vida, y en ese sendero lleno de sorpresas llamado adolescencia, que es el paso de nuestros hijos de la niñez a la adultez. El amor, la atención y la paciencia que podamos dedicarles son irreemplazables, pues de nada sirve el conocimiento que podamos adquirir si no tenemos un canal afectivo que nos abra una posibilidad de comunicación autentica para llegar a sus corazones y a sus cerebros en desarrollo.
Muchas de esas características, se pueden entender mejor desde la óptica biológica: el cerebro del adolescente no está completamente desarrollado, sigue aún en un proceso de evolución, y durante esta etapa se dan cambios y reestructuraciones, se fortalecen unas conexiones y se eliminan otras.
Por: Paola Bermúdez
Especial para Los Mejores Colegios