La salud mental en el Colegio Nueva Inglaterra de Bogotá

La salud mental y la afectividad en el Colegio Nueva Inglaterra de Bogotá

En el contexto actual, marcado por profundos cambios sociales, tecnológicos y culturales, la educación escolar debe asumir un papel fundamental más allá de la transmisión de conocimientos académicos. Uno de los desafíos más urgentes es integrar de forma efectiva la promoción de la salud mental y el desarrollo de la afectividad en el proceso educativo. No se trata simplemente de añadir nuevos contenidos al currículo, sino de transformar el modo en que concebimos la educación: una experiencia integral que atienda al ser humano en todas sus dimensiones.

La salud mental en la infancia y adolescencia es un factor determinante del bienestar general y del rendimiento académico. La escuela, como segundo entorno social más importante después del hogar, tiene una responsabilidad clave en la detección temprana de dificultades emocionales, en la promoción del autocuidado, y en la construcción de herramientas psicoafectivas para enfrentar la vida. Incorporar programas de educación emocional, resolución pacífica de conflictos o habilidades sociales no solo previene trastornos mentales, sino que fortalece la autoestima y la empatía.

El desarrollo de la afectividad, por su parte, es inseparable del proceso de socialización que ocurre en la escuela. La afectividad no es un adorno o un añadido, sino una dimensión esencial de toda relación humana. Cuando los estudiantes se sienten valorados, escuchados y emocionalmente seguros, su disposición hacia el aprendizaje mejora en forma significativa. Por ello, es fundamental que el personal docente reciba formación en competencias socioemocionales, para que puedan no solo gestionar sus propias emociones, sino también, acompañar a sus alumnos en este propósito.

Una educación escolar orientada hacia la salud mental y la afectividad debe para que sea productiva, considerar los contextos familiares, sociales y culturales de cada estudiante. La inclusión, el respeto por la diversidad, la promoción de vínculos saludables y la creación de ambientes libres de violencia son pilares imprescindibles. Además, es necesario fomentar una cultura escolar donde el error no sea motivo de burla, sino una oportunidad de crecimiento, y donde la cooperación prime sobre la competencia desmedida.

En este proceso, la participación activa de toda la comunidad educativa familias, directivos, docentes y estudiantes resulta crucial. La escuela no puede ni debe asumir sola esta tarea. Las redes de apoyo y el trabajo articulado con otros sectores son esenciales para lograr un enfoque verdaderamente integral.

En conclusión, orientar la educación escolar hacia la salud mental y la afectividad no es una moda ni un lujo, sino una necesidad urgente. Formar personas emocionalmente sanas, capaces de convivir, de expresar lo que sienten y de respetar a los demás, es uno de los mayores aportes que puede hacer la escuela a la sociedad del presente y del futuro. Una escuela que cuida, escucha y educa con el corazón es el verdadero camino hacia una sociedad más justa, solidaria y humana.

En nuestro colegio, interpretamos esta realidad adelantando proyectos, y propuestas encaminadas a apoyar a los estudiantes no solo en su desarrollo cognitivo, sino en su salud mental y en su afectividad, de manera que podamos entregar a la sociedad bachilleres, seres humanos mentalmente sanos, con su afectividad inyectada por todas las actividades que desarrolla en nuestro afán de que los bachilleres NES sean buenos seres humanos, buenos ciudadanos y excelentemente preparados para afrontar los retos de la educación universitaria.

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